miércoles, 5 de mayo de 2010

la paradoja de Maupassant


Guy de Maupassant (Dieppe 1850-Paris 1893), fue un notable escritor de relatos cortos y cuentos, entre los que destacan sus narraciones de terror, que los especialistas sitúan al nivel de las de Edgar Allan Poe. De la mano de Gustave Flaubert y de Émile Zola, alcanzó gran notoriedad en los círculos literarios parisinos.

Lo traemos aquí a colación por un aspecto no literario de su vida, pero pertinente a los propósitos de este cuaderno de bitácora. Maupassant se distinguió por su oposición a la Exposición Universal de París, y, en especial, al que sería su principal icono, la torre Eiffel. Lideró un movimiento de artistas y poetas en contra de esta construcción, y animó la polémica ciudadana en París con escritos en prensa y diferentes acciones de protesta. Se refería con frecuencia a la torre con el apelativo de Notre-Dame-de-la-Chaudronnerie (Nuestra Señora de la Calderería).

Con estos antecedentes, no es de extrañar la sorpresa de un periodista parisino cuando encontró a Guy de Maupassant cenando en el restaurante situado en la torre Eiffel (hay versiones que apuntan a que desayunaba; tanto da). Se dirigió hacia él, haciéndole ver su extrañeza por encontrarle en la construcción que tanto había denostado. Maupassant le replicó: “amigo, este es el único sitio de París desde el que me libro de la visión de esta abominación”.

Esta paradoja nos propone dos condiciones peculiares del paisaje.

En primer lugar, la vinculación del paisaje con la mirada, mucho más profunda, personal y fructífera que la vinculación del paisaje con las escenas, lo que permite a Maupassant “gestionar” el paisaje a partir de una decisión sobre desde dónde mirar.

En segundo lugar, la vinculación del paisaje con la memoria, que hace que Maupassant pueda entender la torre Eiffel como una agresión a su paisaje sentimental, mientras que el mismo objeto es un icono irrenunciable para todas las generaciones posteriores de parisinos y demás habitantes de la aldea global.


1 comentario:

  1. Muy buen enfoque. Me ayuda a explicar mi desazón ante los continuos cambios en la fisonomía de plazas y escenarios de Granada, contagiada por la fiebre renovadora que enciende Madrid desde hace tiempo. Cambios que agreden mi paisaje sentimental, no tanto por la destrucción de referentes, por lo general hace tiempo gobernados por el abandono, sino por la apreciable falta de mejora, estética o utilitaria. Habrá que esperar a que esas futuras generaciones hagan suyo este nuevo panorama.

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