lunes, 12 de julio de 2010

Mitos y ritos del agua en el Campo de Níjar



El agua es un elemento esencial para la vida. Todos los seres vivos necesitamos agua, y, además, estamos constituidos por ella en diversos porcentajes. De esta forma, la disponibilidad de agua ha funcionado desde los tiempos más remotos como un factor decisivo del uso del territorio.

El tránsito de las sociedad nómadas paleolíticas a las sedentarias en el Neolítico se produce como consecuencia del desarrollo de técnicas agrícolas basadas en la irrigación, lo que suponía no solo la presencia de agua, sino también un cierta capacidad tecnológica para administrarla.

En las sociedades tradicionales, el agua ha cumplido un papel determinante en la configuración cultural, simbólica y ritual. Es en estas sociedades rurales donde permanecen, en muchos casos alejados de su contexto cultural original, hábitos y prácticas, ritos en definitiva, que nos hablan de permanencias atávicas, y nos conectan con universos de significado en muchos casos de compleja interpretación.

En el Campo de Níjar, extremo suroriental de la provincia más suroriental de la península Ibérica, Almería extrema, sotavento mediterráneo, espacio ultramontano y fronterizo, la principal característica es la aridez. Unas precipitaciones entre 200 y 300 litros por metro cuadrado al año, y unas condiciones de evapotranspiración potencial de 700 lts por metro cuadrado al año, hablan claro de una situación extrema en cuanto a la disponibilidad de agua.

La vida tiene que adaptarse a estas circunstancias, y el Campo de Níjar presenta un magnífico repertorio de ingeniosas soluciones para sobrevivir en un espacio de limitados recursos hídricos.

La mitología y el ritual del agua tienen que ver, en todo lugar, con su importancia vital, pero presenta especiales connotaciones allí donde el agua es escasa.

El principal rasgo de la escasez del agua es que los mitos (los dioses hablan con los hombres) y los ritos (los hombres hablan con los dioses), no se refieren al agua superficial, que nace y fluye naturalmente a la vista de todos, sino a los artefactos necesarios para la captación, almacenamiento y distribución del agua. El significado se localiza en puntos concretos (pozos, minas, aljibes, norias…). Este significado tiene unas claras connotaciones sociales –colectivas- y éticas –de codificación de las conductas individuales en el grupo-. El agua tiene una condición de activo social, que se manifiesta es sus vertientes técnica, lúdica y ritual. Los lugares del agua se convierten así en espacios de relación social, en lugares significantes donde se enfatizan los diferentes rituales, para hacerlos memorables.

En la zona más árida del Campo de Níjar (el Hornillo y la Costa), los aljibes son los elementos esenciales en la cultura del agua. El aljibe es lugar de paso obligado para el abastecimiento, pero también incluye lavaderos y abrevaderos para el ganado, lo que subraya su papel social. Son tradicionales los relatos sobre tesoros escondidos en los aljibes, lo que evidentemente encierra la metáfora del propio tesoro del agua. Las sanaciones con agua de aljibe contrastan con otros relatos trágicos, que se resuelven también el aljibes y norias, lo que indica claramente la posición central del agua en el ciclo de la vida.

Son de destacar las connotaciones de género que tenían las relaciones con el agua, que pueden resumirse en un uso para la producción externa por parte del hombre (el riego), mientras que la mujer hacía un uso doméstico del agua (producción interna). Estos dos universos confluían puntualmente, en fiestas y verbenas, donde la conexión de estas dos esferas del uso del agua se ponía de manifiesto en juegos de agua que acompañaban a las aproximaciones de cortejo.

En los relatos locales de Carmen de Burgos queda reflejada la importancia simbólica del agua y sus artefactos, que llegan a ocupar un lugar destacado en el planteamiento argumental, como las norias del valle de Rodalquilar en Los Inadaptados.

Cuando nos acerquemos a estos elementos del agua, hoy parcialmente recuperados por la acción de las Administraciones Públicas, debemos considerar que más allá de su evidente función utilitaria, estas construcciones ocupaban un lugar central en la vida de los habitantes de estas tierras, y que en torno a ellos gravitaban todas las relaciones sociales, simbólicas y rituales de los miembros de una cultura rural mediterránea, sumamente contrastada precisamente por la escasez de agua.