lunes, 17 de mayo de 2010

1:1

"Del rigor en la ciencia". Jorge Luis Borges

En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.

Suárez Miranda: Viajes de varones prudentes,
libro cuarto, cap. XLV, Lérida, 1658.

Este texto, publicado en algunas ediciones de la "Historia general de la infamia", plantea el fascinante tema de la escala 1:1, y, de paso, nos pone sobre la pista de la semántica general de Alfred Korzybsky, ("el mapa no es el territorio"). Korzybsky nos propone interesantes reflexiones sobre la estructura lingüística de nuestra múltiple representación del mundo. Mi admirado y malogrado Eugenio Turri (Il paesaggio come teatro) transitó también por las sendas de la experiencia semántica de la lectura del paisaje. Podemos seguir la pista.

jueves, 6 de mayo de 2010

balates

Los balates (también conocidos como pedrizas o ribazos) son un icono de la identidad territorial almeriense. Constituyen una solución adaptativa a una dinámica física presidida por los relieves, el protagonismo litológico y una climatología árida que con frecuencia comparece torrencialmente. La solución es sencilla: se recogen las piedras del terreno y con ellas se construyen muros de "piedra seca", que soportan paquetes de tierra con los que se nivela el terreno y se garantiza que la lluvia fertilice el terreno, en vez de erosionarlo.

Los balates constituyen una exposición de la litología local, apreciándose por la coloración, textura y tamaño de las piezas, los cambios de la geología del terreno.

Su técnica constructiva llega a ser muy depurada. Cuando se construyen con oficio, evidencian una división social del trabajo, una especialización que corresponde con sistemas productivos más evolucionados.

Los balates de cañada laminan la red hidrográfica, cambiando una dinámica de incisión por una de depósito.

La relación entre el plano vertical de la terraza (el balate) con el plano horizontal (la parata) traduce la pendiente del terreno. Los balates de terrenos llanos ofrecen amplias superficies de cultivo con un mínimo trabajo balatero. Pero los balates de ladera, o balates del hambre, llegan a tener una proporción 1/1, ofreciendo una exigua superficie de cultivo con un heroico trabajo de mampostería. Estos balates indican el desbordamiento del grupo humano, que llega a agotar la capacidad productiva del medio, y obliga a colonizar laderas de fuerte desarrollo.

Piedras, tiempo y hambre son las materias primas de los balates. Los balates simbolizan la lucha de un grupo humano que tiene que sobrevivir en un espacio ingrato, lo que extrema el ingenio y el trabajo para el cumplimiento de sus objetivos.

El progresivo deterioro de este sistema de uso del terreno está cambiando la dinámica erosiva y sedimentaria de amplias zonas de la provincia, y supone una pérdida acelerada de la información cultural depositada durante siglos en nuestra laderas y campos.

miércoles, 5 de mayo de 2010

la paradoja de Maupassant


Guy de Maupassant (Dieppe 1850-Paris 1893), fue un notable escritor de relatos cortos y cuentos, entre los que destacan sus narraciones de terror, que los especialistas sitúan al nivel de las de Edgar Allan Poe. De la mano de Gustave Flaubert y de Émile Zola, alcanzó gran notoriedad en los círculos literarios parisinos.

Lo traemos aquí a colación por un aspecto no literario de su vida, pero pertinente a los propósitos de este cuaderno de bitácora. Maupassant se distinguió por su oposición a la Exposición Universal de París, y, en especial, al que sería su principal icono, la torre Eiffel. Lideró un movimiento de artistas y poetas en contra de esta construcción, y animó la polémica ciudadana en París con escritos en prensa y diferentes acciones de protesta. Se refería con frecuencia a la torre con el apelativo de Notre-Dame-de-la-Chaudronnerie (Nuestra Señora de la Calderería).

Con estos antecedentes, no es de extrañar la sorpresa de un periodista parisino cuando encontró a Guy de Maupassant cenando en el restaurante situado en la torre Eiffel (hay versiones que apuntan a que desayunaba; tanto da). Se dirigió hacia él, haciéndole ver su extrañeza por encontrarle en la construcción que tanto había denostado. Maupassant le replicó: “amigo, este es el único sitio de París desde el que me libro de la visión de esta abominación”.

Esta paradoja nos propone dos condiciones peculiares del paisaje.

En primer lugar, la vinculación del paisaje con la mirada, mucho más profunda, personal y fructífera que la vinculación del paisaje con las escenas, lo que permite a Maupassant “gestionar” el paisaje a partir de una decisión sobre desde dónde mirar.

En segundo lugar, la vinculación del paisaje con la memoria, que hace que Maupassant pueda entender la torre Eiffel como una agresión a su paisaje sentimental, mientras que el mismo objeto es un icono irrenunciable para todas las generaciones posteriores de parisinos y demás habitantes de la aldea global.


martes, 4 de mayo de 2010

jabeque

El jabeque es una embarcación mediterránea muy usada en el mar de Alborán desde el siglo XVI al XVIII. Evoluciona desde las galeras, y originariamente tenía un velamen sencillo y remos. La arboladura fue evolucionando, hasta garantizar una gran maniobrabilidad y poder prescindir de los remos. En su evolución final, que se recrea en el video, tenía bauprés y tres palos. El mayor y la mesana eran verticales, mientras que el trinquete tenía un cierto lanzamiento hacia proa, casi a mitad de camino entre el mayor y el bauprés. Contaba con velas latinas sencillas en cada uno de los mástiles, con jarcias inclinadas, lo que permitía una gran capacidad de maniobra. Contaba con 20 piezas ligeras de artillería. Esta es la embarcación con la que los corsarios berberiscos aparecían en las costas mediterráneas peninsulares, y muy especialmente en la costa de Níjar, que ocupa el extremo sureste de la península, muy cerca de Orán y con una morfología quebrada y fragmentada que facilitaba la discreción del desembarco. Esta vivencia de frontera, dilatada desde el final de la Reconquista hasta el siglo XIX, se resolvió a favor de los corsarios norteafricanos hasta que a mediados del XVIII se desarrolla un sistema completo de defensa de la costa del reino de Granada.

Una de las fortificaciones características de este sistema de defensa es el castillo cuyos usos originales se recrean en el video. Con idéntica planta y parecida distribución de usos y dotación se sitúan en la provincia de Almería los castillos de San Juan (Terreros, Pulpí), Jesús Nazareno (Garrucha) San Ramón (Rodalquilar, Níjar) San Felipe (Escullos, Níjar) y Guardias Viejas (El Ejido). Otras fortificaciones pertenecientes al sistema de defensa, aunque con otra estructura y planta son los castillos de San Andrés en Carboneras, San Pedro, San José y San Francisco (Níjar) -estos dos últimos desaparecidos-, San Telmo (Almería) Santa Ana en Roquetas de Mar, y numerosas torres-fuertes y torres de avisos (Macenas, Mesa Roldán...) Este sistema de defensa construye numerosas fortificaciones de nueva planta y reutiliza instalaciones defensivas anteriores.